Testimonio de Conversión

Testimonio de Conversión
  • La Oscuridad

«A los 14 años de edad con el afán de hacer vida social me integré al grupo parroquial del barrio de Los Próceres en Surco, Lima. Aunque también tenía la intención de hacer algo bueno, la corriente del mundo me arrastró a cosas que ni me imaginaba pasaría. Para mi familia yo seguía siendo “Pepito”, buen muchacho, buena educación, inteligencia y destreza en el arte. Desde los 14 años como muchos muchachos fumaba y tomaba con mis amigos y a los quince años mi vida sexual era un completo desorden. A los 16 años ingresé a una universidad privada a estudiar ingeniería civil. Con el afán de demostrar al mundo que yo valía usaba distintas máscaras, la del chistoso, mujeriego, inocente, violento, intelectual y trataba de aparentar ser de buena posición social (pura apariencia); por todo esto me metí en muchos problemas.

En donde viví la gente era muy alegre, yo cantaba, tocaba con guitarra y cajón peruano todo tipo de música, contaba chistes, siempre me gustó hacer reír a mis amigos. Integré la banda de rock “Daga”, en la que cantaba y tocaba algunos temas de mi inspiración, todos ellos eran muy pegajosos hablaban de sexo, ron, drogas y algunos amigos del grupo parroquial también las cantaba. Varias veces toqué en Misa borracho, no todos sabían de mi doble vida. Todo este desorden me llevó a fracasar en mis estudios, además no podía entrar a la ciudad universitaria solo, pues estaba amenazado de que me iban a pegar. En casa llegué a agredir a mi padre, golpear a mi hermano, ofender gravemente a mi madre a quien me costaba perdonar. Lo que más me dolía era desperdiciar lo que mis padres con tanto esfuerzo y amor me daban.

A los 18 años había vivido en la calle un curso acelerado sobre la vida en el mundo y había probado el sabor amargo de las consecuencias del pecado. Mi mayor flagelo era el terrible y extremo desorden sexual en el que vivía y que me hacía sentir, sucio, malo, cruel, indigno, débil, fracasado, esclavo y miserable. Busqué ayuda y refugio en muchas cosas pero ni la ciencia me pudo librar de todas estas ataduras. No me acercaba a mi parroquia pues para mi los cristianos eran unos “mongos” (nerds, tontos) fracasados incapaces de triunfar en la calle.

 

  • La Búsqueda

Un día cansado de tener enamoradas (novias) “del mundo” con las que vivía solo placer y celos, y decepcionado de la falta de autenticidad de los católicos decidí tener una enamorada evangélica. Para esto me puse la máscara del cristiano piadoso. El primer día que fui a una iglesia evangélica donde habían chicas muy hermosas y me vi involucrado en tener que acompañar con la guitarra a un grupo de predicadores que anunciaban en la calle a Jesucristo, me quedé impresionado de su valentía, y a pesar que sentí vergüenza de que la gente me viera con ellos decidí quedarme en esa iglesia. Mi madre sufría y rezaba el Santo Rosario por mí para que me convierta y vuelva al catolicismo, pero yo me burlaba de ella y de sus imágenes. Tenía ya ocho meses frecuentando esta iglesia cuando en la calle me encuentro con un amigo del barrio que me invitó a su grupo católico, eché a reír, pobrecito pensé, no sabe donde está metido, mi plan era jalarlo a los evangélicos así que le propuse que también el vaya a “mi iglesia” y el aceptó. Fui yo primero a su grupo y cuando vi lo que hacían le dije: “me dijiste que eras católico, pero aquí alaban a Dios, oran en lenguas, saben la Biblia, oran por los enfermos y predican con poder, ¿dónde estoy?”, él contesto: “en un grupo de oración juvenil de la Renovación Carismática Católica, Jesús está vivo y vive en la Iglesia que El fundó, también rezamos el Rosario y amamos la Eucaristía”, me quedé sorprendido y seguí asistiendo para investigar.

 

  • Nueva Vida

Me invitaron a un Retiro de Alabanza en donde mi vida cambió rotundamente el 22 de marzo de 1987.

El momento especial fue cuando me dijeron que le pregunte a Jesús qué le tenía que entregar para que sea el Señor de mi vida. Cuando lo hice me dijo: “mi pequeño, te amo con todo mi corazón, no quiero mucho de ti lo quiero todo, cuando cantes no quiero que te aplaudan a ti sino a mi, perdona a tu madre, renuncia a los amigos que te apartan de mi y al desorden sexual en el que vives”. ¿Cómo me lo dijo? difícil de explicar, pero fue una voz interior, como la voz de mi conciencia hablándome con una claridad e intensidad poco habitual.

Al oír en mi interior tan claramente la voz de Dios caí de rodillas y lloré por mucho tiempo pues sentía que no podía desprenderme de tantas riquezas y ataduras. Ante esto le dije a llorando Jesús: “¡Señor, ayúdame!, me pones como condición vivir en castidad pero no puedo hacerlo, soy muy débil, pero te necesito Dios, te necesito!!!». Mientras decía esto vino a mi mente la imagen de Jesús crucificado y proseguí: «Hagamos un trato Señor: yo lucharé con todas mis fuerzas para vivir en castidad, si lo logro esta vez y con tu ayuda entonces es verdad que me salvaste, pero si no lo logro, este camino no es para mi». Entendí que Dios estaba de acuerdo con mi propuesta y añadí: «Renuncio a todo lo que me aparta de ti, a la lujuria, al egoísmo, a la mentira … líbrame de mis ataduras, perdono a todos los que me hirieron, permíteme  amar a todos, quiero iniciar una nueva vida contigo, te proclamo mi Rey, mi Señor, ayúdame!!”

De pronto sentí que algo me envolvía, sentí su presencia, un gran fuego interior me estremecía, no sé cuanto tiempo estuve ahí, pero cuando terminé de llorar por primera vez experimenté paz, parecía que flotaba, me di cuenta que había estado acostumbrado a la tensión y a la angustia, todo era distinto el Señor me abrió el entendimiento. Al finalizar el retiro fui a la primera Misa que entendí y disfruté con gozo. Aquel día volví a nacer, pedí perdón y perdoné a todos, y se dio el milagro más grande con el que pude experimentar en mi propia carne el poder de la salvación: empecé a vivir en castidad sostenido por la gracia de Dios que encontraba en los Sacramentos. Sólo faltaba María, le pedí a Jesús que me despejara tantas dudas sobre su Madre y Él me llevó a ella, experimenté la ternura, protección y poderosa intercesión de mi mamita María. En el grupo Nueva Vida, evangelizaba como loco, no podía quedarme callado sin compartir tanta felicidad, así que predicaba junto a mi enamorada (novia) Inés en todo sitio a tiempo y a destiempo, en el ómnibus, universidad, plazas, parques, fiestas, en la calle. El Señor me dio nuevos amigos, nueva universidad, la gracia de caminar en castidad y empecé a dar testimono de El en todo lugar, nadie creía en mi conversión, ni mis padres pues yo era otra persona totalmente distinta, el Señor utilizaba mi sentido del humor, el talento musical, y utilizó el don de saber hablar para predicar. GLORIA A DIOS.»

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